Al pie de la montaña, en la meseta, hay una radio, o dos, o miles.
Tantas, como posibilidades hay de soñar.
Nace, y los nehuenes que la fortalecen, dibujan formas nuevas.
Y viajan, acurrucadas junto al viento.
Viaja la voz, viaja la palabra.
Callamos para escuchar otras lenguas, otras formas, otros mundos.
Callamos para oír a los que siempre fueron callados.

jueves, 27 de enero de 2011

“Dejémosle 1810 a los historiadores…”

Chele Díaz es un cantor, trovador, poeta, escritor, historiador… nuestro. Tal vez uno de los artistas populares más inquieto del Chubut. Militante político en su momento y de la cultura, siempre. Aunque tal vez la militancia sea una sola. Conoce y habla de historia. De eso fuimos a hablar con él. La charla fue en su casa en Esquel e irá en dos partes.


Desde tu punto de vista de historiador, escritor, de hombre de la cultura ¿qué podés decir sobre el Bicentenario?

Primero vamos a sacar lo de historiador, porque se van a enojar los historiadores… Yo soy un investigador de temas que tienen relación con nuestra historia. Y obligadamente uno tiene que ir a la historia de la América para encontrar coincidencias ideológicas en lo que aconteció con la llegada de los españoles, la continuidad, el criollaje, el mestizaje, hasta llegar a nuestros días y esas políticas que tienen que ver con algo que todavía está sucediendo… Hay que decir que Méjico también es parte de este proceso de rebeldía contra la Colonia española, aunque es América del norte. Y acá llegó como tenía que suceder, como venía pasando en algunas regiones del Alto Perú, en un momento en que no solamente el criollaje, sino los miembros de la clase ilustrada de Buenos Aires (que decían representar al criollo pero que no lo eran en ese momento…), que eran los descendientes directos de las castas españolas… los hijosdalgos. Tenían la posibilidad de acceder a la lectura - o de viajar a Europa – y conocer lo que estaba sucediendo con la revolución en Francia… con los Derechos del Hombre, la libertad, la fraternidad…

Esta clase ilustrada - y también el “criollaje” - se vio influenciada con esas ideas que en ese momento eran revolucionarias…

Claro. De todos modos acá siempre había habido intentos de libertarse de los españoles. Siempre. En grupos pequeños, de personas que representaban a pueblos originarios... pensamientos que venían desde 1492… Cuando se podían hacer fuertes y encontraban la posibilidad de rebelarse… Hubo muchísimas rebeliones antes de 1810. Lo de 1810 podemos dejárselo a los historiadores, que han volcado mucha tinta en eso por casi 100 años. Lo que cuenta ahora es que hay un clima de fiesta. Yo no lo voy a criticar. En todo caso significa aquel intento de la clase que terminó siendo la dominante en nuestro país y en casi todos los de Sudamérica. Los que de algún modo deseaban “cambiar de patrón”. Tener una bandera y los símbolos que significan la nacionalidad y la pertenencia a un territorio. Aunque sólo había límites geográficos, no políticos, ellos ya lo consideraban demarcado. Querían tener el poder de qué hacer sobre ese territorio. Pero en eso no entraban los pueblos originarios, los paisanos. A pesar de que toda la sangre que corrió en la lucha por la independencia de estos territorios fue la sangre de los criollos: la mezcla de paisano y esos pueblos…

¿Los pueblos originarios y las clases más pobres no entraban en ese proyecto?

Entraban nada más que como tropa. La historia no cuenta mucho… Me imagino que este año va a haber foros, discusiones en todos los ámbitos. Se transita hacia un tercer congreso de cultura. Y allí se discute qué debe hacer la cultura como institución. Qué es lo que se debe plantear. Estuve en dos de estos foros. Y hay una tendencia a contratar personas capacitadas. Muy capacitadas en analizar la historia y a nosotros como poseedores de una cultura y hacernos creer que “la cultura es un derecho de todos”. Pero lo que ha sucedido en los últimos diez años – y está bien - es que la institución cree que ellos tienen que bajar la línea de lo a nosotros nos debe interesar como cultura. Y de algún modo apoyar a los que hacemos esa cultura que antes se llamaba “under” o subterránea. Porque también somos una referencia para los que quieren hacer cultura por sus propios medios. Volviendo al tema. Hay un clima de jolgorio y de fiesta (respecto al Bicentenario) y se va a tratar de poner de relieve que Argentina se merece este festejo – como toda Sudamérica – porque nos libramos de un Estado imperial. Pero sin analizar que después entramos en otro estado colonial y dependiente y que hubo mucha sangre durante el siglo IXX y casi todo el XX. Ahora se ve con más virulencia porque estamos en el XXI y por primera vez en nuestra historia se está planteando un enfrentamiento entre las clases populares y las oligárquicas. Antes se dejaba de lado la palabra oligarquía porque se pensaba que era una ofensa a la gente que había “forjado” el país desde 1885, 89, en adelante, cuando fue la llamada “conquista del desierto” y la apropiación de los territorios que eran de los paisanos…

En 1992 también se planteó como un festejo aquel aniversario de los 500 años de la llegada de los españoles. Pero se produjo también una oleada de revisión, reflexión y crítica de esa historia ¿El Bicentenario también puede servir para eso?

Yo creo que va a servir. Y tanto va a servir que creo que para el 2016, cuando sea el bicentenario de la Declaración de la Independencia habrá muchas voces más poderosas que ahora, que somos muy pocos y aislados. Te cuento una anécdota. Estuve en Congreso en Lago Rosario. Había varios ejes, y el último era “La cultura hacia la construcción de la Patria Grande”. Yo lo elegí porque me interesa mucho, pero quedé solo. Pero solidariamente, cuatro vecinas de allá se sumaron y después formamos una mesa de nueve. Estaba Adolfo Colombres, una autoridad y referencia en lo que hace a las culturas originarias para todos los que nos interesa el desarrollo, el devenir de la cultura popular. Era el coordinador. Y en la conclusión consideró que el aporte de ese grupo se va a llevar a un próximo Congreso como crítica y punto de partida para la discusión sobre la “Patria grande”. Primero: el Estado argentino le debe a los pueblos originarios una disculpa y una política que transite hacia una devolución genuina, real, verdadera de los territorios, de la cultura, de la lengua… Hay que profundizar las políticas que ya se han iniciado.

Hace poco Osvaldo Bayer decía – con respecto al Bicentenario - que Argentina tenía la deuda de no haber cumplido con esos preceptos de igualdad, fraternidad y libertad que movieron a los revolucionarios de 1810…

Bayer ha trabajado mucho más que nosotros y es una gran referencia de la historia argentina. Efectivamente es así, después de 1810, con la enjundia de Moreno que quería “cortar cabezas”; con Castelli, que era el gran orador de la Revolución… Y Belgrano, que era un pacifista al que le tocó ser general. Y que fue un tipo solidario y valiente. Hay cosas que la historia no puede negar…

La tarde se iba y la charla se tornaba cada vez más interesante. Sobre todo porque la reflexión volvía sus ojos hacia la Patagonia. Al cómo ver desde acá esos “festejos” del Bicentenario. Y el Chele, como siempre, no le esquivó el cuero a la opinión. Pero esa parte de la conversación está en la próxima entrega.

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